Page 72 - Puntas de Iceberg
P. 72
EL RECUERDO
Aún recuerdo, como si fuera ayer, el día cuando naciste. Ese día,
el sol había alumbrado tanto dentro de la casa, que los muebles se
calcinaron. Por suerte el techo apareció de pronto y lo echó para
siempre. Sigo sin entender por qué canceló sus vacaciones en el
Estigia.
Recuerdo perfectamente cuando diste tus primeros pasos, porque
pasé todo el mes lavando las plumas pegadas en el piso donde habías
aplastado a los cuervos que comían maíz. Sí, claro que lo recuerdo,
las plumas se volvieron blancas esperando que las pudiera despegar,
para irse luego con sus dueños desteñidos. Y recuerdo muy bien
cuando cumpliste la mayoría de edad, que hizo un día muy bello, y se
nos ocurrió aprovecharlo para ir a sepultar a tus padres. Claro, es
triste recordar cuando te casaste y te fuiste a vivir al jardín,
arrastrándote entre las hojas del cardamomo. Cuando tu esposa
murió, recuerdo que la lloraste mucho; casi una hora, para luego irte
a jugar con los demás jóvenes. Y recuerdo tu graduación, cuando te
dieron el papel de expulsión perenne del internado académico. Y
volviste a la casa, en la tarde, justo el día en que el techo había
madrugado hastiado de la soledad y se había ido para siempre,
aunque volvió al día siguiente. Y ese hospital, guarda los recuerdos
de tu convalecencia, cuando sufriste la salida de tus canas y trataste
de pintarlas con mancha de plátano.
Ahora que te devolvemos a la tierra, recuerdo que tengo que ir a
recoger las hojas de zinc, para remplazar al techo que, como tú, el
mismo día, se murió de viejo.
Aún recuerdo, como si fuera ayer, el día cuando naciste. Ese día,
el sol había alumbrado tanto dentro de la casa, que los muebles se
calcinaron. Por suerte el techo apareció de pronto y lo echó para
siempre. Sigo sin entender por qué canceló sus vacaciones en el
Estigia.
Recuerdo perfectamente cuando diste tus primeros pasos, porque
pasé todo el mes lavando las plumas pegadas en el piso donde habías
aplastado a los cuervos que comían maíz. Sí, claro que lo recuerdo,
las plumas se volvieron blancas esperando que las pudiera despegar,
para irse luego con sus dueños desteñidos. Y recuerdo muy bien
cuando cumpliste la mayoría de edad, que hizo un día muy bello, y se
nos ocurrió aprovecharlo para ir a sepultar a tus padres. Claro, es
triste recordar cuando te casaste y te fuiste a vivir al jardín,
arrastrándote entre las hojas del cardamomo. Cuando tu esposa
murió, recuerdo que la lloraste mucho; casi una hora, para luego irte
a jugar con los demás jóvenes. Y recuerdo tu graduación, cuando te
dieron el papel de expulsión perenne del internado académico. Y
volviste a la casa, en la tarde, justo el día en que el techo había
madrugado hastiado de la soledad y se había ido para siempre,
aunque volvió al día siguiente. Y ese hospital, guarda los recuerdos
de tu convalecencia, cuando sufriste la salida de tus canas y trataste
de pintarlas con mancha de plátano.
Ahora que te devolvemos a la tierra, recuerdo que tengo que ir a
recoger las hojas de zinc, para remplazar al techo que, como tú, el
mismo día, se murió de viejo.