Page 19 - Telaranas
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Inútil era pensar en otra cosa, cambiar su rutina,
salir y patear al gato, a quien siempre llenaba de

caricias… déjà vu…
Sin sentido era correr hacia atrás cantando “Los

pollitos dicen…”; ya lo había vivido, ¡otro déjà vu!, por

más loco que parezca. No había nada que le hiciera
desistir de pensar que su cerebro se había convertido

en el parque de diversiones de algún dios bromista.
Buscar pastillas para dormir… déjà vu… caída de

las pastillas en el inodoro… déjà vu… latidos del
corazón más acelerados… déjà vu… vecinito gritando

que estaba harto del kinder… déjà vu… tic nervioso de

ojo izquierdo… déjà vu… grito… déjà vu… silencio…
déjà vu…

Algo tenía que hacer para parar este dilema que
lo estaba llevando al abismo de la locura; y fue así

cuando decidió que solamente una cosa podía detener
este déjà vu constante: debía jugarle una trampa a su

cerebro, debía hacer algo que a él nunca le pasaría por
la cabeza realizar, algo que ni en su sueño más

disparatado se le hubiera ocurrido.
Y lo hizo… y paró… y se detuvo… ¡Lo logró!

Pero a cambio… su nombre quedó embarrado en

los diarios más sensacionalistas del país cuando fue el
protagonista de la mayor masacre perpetrada en Costa

Rica hasta ese entonces:


Hombre asesina a cincuenta personas que salían
de misa para, según él, detener un déjà vu.
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