Page 15 - Telaranas
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una piedra y la hundí en la pecera, junto al cofre del
pirata. Ahí abajo lucía como un moviente y tenebroso
arbusto de algas rojas.
Tres semanas después me enteré por un amigo
común que Muriel había muerto. En su práctica de
natación había hecho un mal clavado y se golpeó la
cabeza en el fondo de la alberca. La encontraron ahí,
con su cabellera extendida como una gran araña,
rodeada por un aura de la sangre que salía de la
herida. Quise consolar a Mariana, pero temí su
reacción. Todavía me acordaba de su terrible
conducta, cuando hablamos por teléfono la última vez.
Ahora más que nunca le creería a Muriel todo lo dicho.
Me arrepentí de haber sentido tanto odio por la
niña durante la noche en que hundí en mi pecera
aquella piedra con el mechón amarrado. Y ahí debía
seguir. Desde aquella noche, pasado el enojo, no había
vuelto a pensar en eso y la piedra con el mechón
fueron sólo parte de la utilería acuática. Al regresar a
casa, tras la funesta noticia, fui a la pecera y saqué la
piedra. Faltaba el mechón. Estaban la piedra y el hilo
negro con que lo había amarrado, pero nada más. ¿Se
lo habrían comido los peces? ¿Se habría deshecho en
el agua? No es posible, no sé, estoy perplejo. Sólo sé
que no está el mechón y que Muriel está muerta.
pirata. Ahí abajo lucía como un moviente y tenebroso
arbusto de algas rojas.
Tres semanas después me enteré por un amigo
común que Muriel había muerto. En su práctica de
natación había hecho un mal clavado y se golpeó la
cabeza en el fondo de la alberca. La encontraron ahí,
con su cabellera extendida como una gran araña,
rodeada por un aura de la sangre que salía de la
herida. Quise consolar a Mariana, pero temí su
reacción. Todavía me acordaba de su terrible
conducta, cuando hablamos por teléfono la última vez.
Ahora más que nunca le creería a Muriel todo lo dicho.
Me arrepentí de haber sentido tanto odio por la
niña durante la noche en que hundí en mi pecera
aquella piedra con el mechón amarrado. Y ahí debía
seguir. Desde aquella noche, pasado el enojo, no había
vuelto a pensar en eso y la piedra con el mechón
fueron sólo parte de la utilería acuática. Al regresar a
casa, tras la funesta noticia, fui a la pecera y saqué la
piedra. Faltaba el mechón. Estaban la piedra y el hilo
negro con que lo había amarrado, pero nada más. ¿Se
lo habrían comido los peces? ¿Se habría deshecho en
el agua? No es posible, no sé, estoy perplejo. Sólo sé
que no está el mechón y que Muriel está muerta.