Page 18 - Telaranas
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Pero además de esta rutina mañanera, hoy había
en el ambiente algo distinto.

Y en el último escalón sucedió: sostenerse con fuerza
de la pared, mirar la cortina fucsia, rascarse la nariz,

oír al vecinito de cinco años quejarse por no querer ir

a baño… todo ya lo había vivido.
Era el primer déjà vu del día.

Ya tenía varias semanas de sucederle; primero
con poca frecuencia: un lunes al salir a comprar el pan

y toparse con el borracho del barrio; la semana
siguiente, al lavar el baño y encontrar ahogada una

gran araña; después el miércoles, cuando cambiaba

una llanta; el jueves siguiente, mientras hacía el amor.
Un déjà vu; un constante “esto ya lo había vivido”.

Como a todos al principio, estos episodios le
parecieron interesantes. ¡Qué curioso!, ¿qué será?,

¿por qué existen los déjà vu?, se preguntaba. No se
creía la hipótesis de que eran errores de la Matrix, y

prefería suponer que eran episodios de su vida
anterior.

Pero poco a poco lo atacó la preocupación, cuando
la frecuencia de estos “lapsus” incrementó; ya no se

daban cada semana, sino al menos tres veces al día.

Luego cada tres horas, luego cada hora; hasta llegar a
ese fatídico martes 13 de setiembre, cuando su vida se

convirtió en… un constate déjà vu.
Su vida ya no estaba en el presente.

Luego de bajar las escaleras y tener el primer
episodio, se trasladó minuto a minuto al pasado, a un

permanente sentimiento de que “eso ya lo había

vivido”.
Se lavó los dientes… se miró a espejo… se frotó los

ojos… salió al patio… sacó la lengua… déjà vu… déjà
vu… déjà vu…
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