Page 30 - Aquelarre
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debe ser un cuento de hadas? Bueno, eso nunca lo supo. Lo que sí

supo desde una semana después de su matrimonio, es que él la

engañaba. Pero enamorada como estaba, no quiso ver nunca lo que
todos sabían, e incluso aguantó silenciosa la cafetera de pito que él

tanto amaba.
La cafetera había sido un regalo de bodas. Venía envuelta en

ese clásico papel de campanitas brillantes que pretenden, en la
boda, presagiar una vida llena de dicha y amor para siempre. Era

alta con un pico regordete; altanera y desafiante, así le había

parecido desde el primer momento en que abrió ese regalo.
Después de una boda, con frecuencia se olvida quién da los

regalos. Pero ella nunca olvidó quién le regaló esa maldita cafetera.
Era una compañera de trabajo. No entendió por qué se la regaló, si

en la escuela donde trabajaban todos sabían que ella odiaba las
cafeteras de pito. Ese chillido de animal muriendo, era una de sus

peores pesadillas.
Pero por alguna razón no hizo ningún reclamo con respecto al

regalo. Nada más agradeció y guardó silencio. Después, ese regalo
sería el favorito de su esposo. Teniendo una máquina para hacer

café, él siempre prefirió usar la cafetera de pito. Decía que su

sonido le parecía poderoso, le parecía una victoria y nada podía ser
mejor que un buen café preparado con agua recién hervida. Esas

máquinas modernas, según decía, no eran para él. Un buen
chorreador de café con agua hervida en cafetera de pito daba el

punto exacto para preparar un buen café.
Desde el día de su casamiento, lo único estable en su

matrimonio era el infaltable alarido de la cafetera de pito a las tres

de la tarde. El horario de su esposo le permitía llegar antes y poner
el agua para el café. Por eso, cuando ella llegaba, a las tres de la

tarde, desde la calle podía escuchar la cafetera haciendo alarde de
su reinado.

Su amor era tan real que no dejó de amarlo, incluso aquel día
que salió temprano de la escuela. Venía con tal emoción de llegar

temprano y sorprenderlo que no le extrañó escuchar la cafetera de
pito desde la calle aun cuando era apenas la una de la tarde. Pero

bueno… igual su esposo adoraba tomar café. Aun estando solo, ella
sabía que lo disfrutaba. Tal era su emoción que esa tarde le pareció
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