Page 39 - Aquelarre
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igual de bello que siempre; como aquel día que lo conocí hacía ya
diez años.
No pude dormir. Sus palabras seguían resonando en mi cabeza
cada vez con más fuerza y el recuerdo de su imagen serena
emitiendo palabras de amor para la otra, me taladraba la razón.
Sin embargo, un rayito de esperanza me mantenía cuerda… “que
tú puedas ocupar su lugar”. ¿Era acaso una burla, o hablaba en
serio? La única forma de averiguarlo era que ella lo abandonara;
solamente así podría saber si no saldría corriendo a su lado;
solamente así podría saber si realmente me amaba más que a ella;
solamente así podría saber si mi plena felicidad llegaría.
No había más que hacer, igual ella ya estaba enterada;
enfrentarla era la única manera de apartarla de mi camino. Al día
siguiente iría a verla. Y fui…
Su casa quedaba cerca de mi apartamento. Inquieta como
quien se sabe cerca del fin, caminé las dos cuadras que nos
separaban. Algo dentro de mí decía que corriera, que escapara a la
terrible decisión que había tomado… pero ya era tarde. No soy de
las que me retracto y no iba a dar marcha atrás después de diez
años de mi vida dedicados a él. Sentía que el aliento se me iba, así
que tomé valor y caminé con paso firme hacia mi destino… “Ocupar
su lugar”, era el único pensamiento en mi cabeza; “ocupar su
lugar”. ¿Estaba realmente mi felicidad en “ocupar su lugar”?
¿Cómo podría saberlo?… ¡Solamente ocupando su lugar!
La puerta estaba abierta, como si me esperaran. Entré sin dar
marcha atrás. Eran demasiados años de ser la otra, demasiados
años de haber sido la que espera, demasiados años de percibir su
perfume a través de una prenda descaradamente olvidada en mi
apartamento. Ahora estaba dentro… diez años de pasar frente a esa
casa y desear entrar y apoderarme de lo mío. Sí, lo mío. Luis me
pertenecía desde aquella tarde después del colegio.
Una rápida mirada me dio una idea general de cómo era ella.
No era lo que imaginaba. Su casa estaba como en penumbra,
descuidada, bastante sucia y llena de polvo. Pero el olor de Luis se
respiraba por todas partes y el deseo de quedarme para siempre en
esa casa me invadió. Sabía que ese era mi lugar. Todo estaba en
diez años.
No pude dormir. Sus palabras seguían resonando en mi cabeza
cada vez con más fuerza y el recuerdo de su imagen serena
emitiendo palabras de amor para la otra, me taladraba la razón.
Sin embargo, un rayito de esperanza me mantenía cuerda… “que
tú puedas ocupar su lugar”. ¿Era acaso una burla, o hablaba en
serio? La única forma de averiguarlo era que ella lo abandonara;
solamente así podría saber si no saldría corriendo a su lado;
solamente así podría saber si realmente me amaba más que a ella;
solamente así podría saber si mi plena felicidad llegaría.
No había más que hacer, igual ella ya estaba enterada;
enfrentarla era la única manera de apartarla de mi camino. Al día
siguiente iría a verla. Y fui…
Su casa quedaba cerca de mi apartamento. Inquieta como
quien se sabe cerca del fin, caminé las dos cuadras que nos
separaban. Algo dentro de mí decía que corriera, que escapara a la
terrible decisión que había tomado… pero ya era tarde. No soy de
las que me retracto y no iba a dar marcha atrás después de diez
años de mi vida dedicados a él. Sentía que el aliento se me iba, así
que tomé valor y caminé con paso firme hacia mi destino… “Ocupar
su lugar”, era el único pensamiento en mi cabeza; “ocupar su
lugar”. ¿Estaba realmente mi felicidad en “ocupar su lugar”?
¿Cómo podría saberlo?… ¡Solamente ocupando su lugar!
La puerta estaba abierta, como si me esperaran. Entré sin dar
marcha atrás. Eran demasiados años de ser la otra, demasiados
años de haber sido la que espera, demasiados años de percibir su
perfume a través de una prenda descaradamente olvidada en mi
apartamento. Ahora estaba dentro… diez años de pasar frente a esa
casa y desear entrar y apoderarme de lo mío. Sí, lo mío. Luis me
pertenecía desde aquella tarde después del colegio.
Una rápida mirada me dio una idea general de cómo era ella.
No era lo que imaginaba. Su casa estaba como en penumbra,
descuidada, bastante sucia y llena de polvo. Pero el olor de Luis se
respiraba por todas partes y el deseo de quedarme para siempre en
esa casa me invadió. Sabía que ese era mi lugar. Todo estaba en