Page 40 - Aquelarre
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silencio y caminé como apoderándome de cada rincón para

siempre.

Solo faltaba la habitación principal… y en el pasillo apareció
ella. Me miró. Fue una mirada que me heló los huesos. Hasta el día

de hoy no termino de explicar esa mirada: era una mueca que
vacilaba entre alivio, odio, cansancio, burla, victoria, fracaso,

venganza y lástima. Sí, sobre todo venganza y lástima. Pero
tomando fuerzas de mi amor por Luis, dije:

—¡He venido a ocupar mi lugar!

—Está bien —dijo ella entregándome un frasco—; por la
mañana debes bañarlo suavemente porque su piel ya no es la de

hace diez años: ha empezado a caerse. Y si esto ocurre, van
quedando al descubierto partes de su cuerpo que te aseguro es

mejor no ver. Después, lo perfumas con la mezcla que te acabo de
entregar. Es el mismo perfume que ha usado siempre: una mezcla

de hierbas aromáticas con formol para preservarle. Ahora ese
aroma será parte de tu vida, como siempre has querido. El resto

del día lo único que debes hacer es velar su muerte y preparar una
cena perfecta. Pero en las noches, en las noches obtienes tu

“recompensa” por el día dedicado. Y no trates de escapar. Yo lo

intenté y no hay posibilidad. Es mejor que aprendas a disfrutarlo
pronto, porque ningún esfuerzo te librará de estar con él todas y

cada una de las noches que estés ocupando tu lugar.
Continuó…

—Respecto al tiempo que te tocará estar ocupando tu lugar, no
lo sé… a mí, por ser la responsable de su situación actual -después

de encontrar en nuestro auto la ropa interior de una niña loca que

le abordó una tarde después del colegio- me tocó ocupar mi lugar
hasta que tú vinieras a reclamarlo. ¡Yo sabía que ese día llegaría!

¿Sabes si llegará para ti? ...
Sí, ya recordé… ¡esa fue la primera vez que me arrepentí de

abordar el carro de mi vecino don Luis! Si han sacado cuentas, llevo
veinte años de arrepentimiento.

¡Cómo pasa el tiempo! Es tarde… debo preparar la cena…
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