Page 13 - Puntas de Iceberg
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invitó a jugar pero yo no quise. A cada rato le movía su camita para

acomodarlo pero ya no chillaba aunque sí respiraba y yo creía que le

faltaba ya poco para morirse. En la noche ya estaba yo más tranquila
y resignada. Cuando me estaba cambiando de ropa para acostarme

le dije al pajarito que era hora de dormir y él me contestó con un
chillido y yo me puse tan contenta que llamé a mamá y a papá para

que lo oyeran. Me puse a dormir con la camita de él a mi lado y me
alegró el verlo dormidito y roncando con chilliditos muy graciosos.

Pasaron varios días y el pajarito ya comía y caminaba un poquito

pero no volaba. Lo dejamos en la cajita abierta para que él saliera
cuando quisiera. Mami dijo que era un milagro que ese pajarito se

salvara después de esos golpes. Pasé todo el día en la escuela
pensando en el pajarito. En el recreo le conté a la niña gorda de al

lado lo que había pasado con el pajarito y ella me dijo que quería
verlo. Yo le dije bueno y la traje para la casa. Lo buscamos en la

cajita pero ya no estaba y creí entonces que papá lo había matado
pero no porque estaba debajo de la cama escondiéndose. La otra

niña me dijo que por qué no lo encerraba que se me iba a escapar y
yo le dije que él me quería tanto que no se iba a ir de aquí. Pero yo

sí sentía miedo de que aprendiera a volar porque papi me había dicho

que apenas pudiera volar se iba a ir con los otros pajaritos y yo me
quedaría sola.


Una mañana yo me estaba bañando cuando oí que alguien jugaba
con la tapa del escusado. Era mi odiado hermanito jugando con el

agua del escusado. A mi hermanito le gusta hacer eso. Entonces lo
regañé y él se asustó y soltó la tapa del escusado. Tuve que sacarlo

rápido antes de que mami nos viera y me regañara por dejar la puerta
del baño abierta. Tranqué la puerta y lo dejé a él afuera llorando.

Cuando iba a abrir el tubo del agua de nuevo me acordé que a él le
gustaba echar los muñequitos con los que jugaba en el escusado y se

me ocurrió revisar. ¡Vieras diario! Cuando levanté la tapa pegué un
grito porque ¡lo que mi hermano había echado en el excusado era al

pajarito! Estaba ya casi ahogado moviendo solo la patita.
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