Page 156 - Telaranas
P. 156
Él se volvió y quedó atónito al ver la expresión de
angustia en el rostro de la pelirroja.

—No volveré a verte —dijo ella.
Y le dio la espalda.

Derek resopló varias veces, cada una con menos

fuerza; y finalmente se acercó a la pelirroja, se postró
junto a ella con la cabeza gacha, como un perro, y la

tomó de la mano. Terry se limpió las lágrimas y le
acarició la cabeza como si fuera una mascota.

Mónica besó la mejilla arrugada y hundida de una
Goldi cada vez más seca y grisácea, con los huesos a

flor de piel y ya sin aquellos enormes ojos azules, que

se habían encogido y secado en lo profundo de sus
cuencas como girasoles marchitos, y como si ella

hubiera muerto años atrás.
—Terminemos de una vez —ordenó Mónica,

levantándose después de un rato de yacer postrada
sobre el cuerpo de Goldi.

Y le prendieron fuego a todo el edificio.
Con las mismas brasas de la chimenea, con

gasolina y hasta con los licores de las barras, lanzando
y rompiendo las botellas por todos lados, el lugar

estuvo ardiendo rápidamente: las mesas, las sillas, los

taburetes, las barras, el telón al fondo de la tarima, los
cortinajes... Llevaron al salón todos los cadáveres de

las habitaciones y el mezanine, los apilaron junto a los
demás frente a la tarima en una montaña escarlata y

negruzca, los bañaron en licor y gasolina y les
prendieron fuego como en los tiempos de la peste. El

estropicio de carnes colgantes que minutos atrás

respondía al nombre de JJ, ardió todavía amarrado al
tubo. Tanto las chicas y las meseras, como sus

guardaespaldas, se entregaron a estas singulares
   151   152   153   154   155   156   157   158   159