Page 153 - Telaranas
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dejó pequeñas manchas como huellas de pájaro en la
alfombra y las sábanas.
Tad decidió tomarse su tiempo.
Se sentó en la cama, junto a su amigo, y aguardó.
Al parecer Andrey ni siquiera había reaccionado
durante el ataque, y Tad estaba cada vez más seguro;
comprendía cada vez mejor.
Comprendía.
Pasó una mano sobre la frente y el cabello de su
amigo de más de veinte años, y Andrey efectuó un
movimiento casi imperceptible, girando un poco la
cabeza en dirección a Tad. Durante un rato no sucedió
nada más. Luego, Andrey entreabrió los ojos y los
volvió a cerrar varias veces, como si no tuviera fuerzas
ni para levantar los párpados; pero finalmente logró
ubicar el rostro de Tad y sostener la mirada.
Murmuró:
—¿Taaad...?
—Aquí estoy —respondió su amigo.
Trabajosamente, Andrey preguntó:
—¿Y la... la... la chica? ¿G-g-g-g-gol...?
—Se fue...
Tad volvió a pasarle la mano por el cabello.
—La chica se fue.
Andrey cerró los ojos durante un par de minutos
y luego, como si hubiera reunido fuerzas, logró hablar
un poco más, sonriéndole a Tad:
—Ja... C-creo... creo que me... salvaste... otra vez.
N-no tenía di-dinero... para... p-pagarle...
La granítica dureza en el ceño de Tad se suavizó
por primera vez, como un grano de sangre coagulada
que al caerse descubre la piel nueva y lisa de una
herida. Andrey movió los dedos, como si buscara algo,
alfombra y las sábanas.
Tad decidió tomarse su tiempo.
Se sentó en la cama, junto a su amigo, y aguardó.
Al parecer Andrey ni siquiera había reaccionado
durante el ataque, y Tad estaba cada vez más seguro;
comprendía cada vez mejor.
Comprendía.
Pasó una mano sobre la frente y el cabello de su
amigo de más de veinte años, y Andrey efectuó un
movimiento casi imperceptible, girando un poco la
cabeza en dirección a Tad. Durante un rato no sucedió
nada más. Luego, Andrey entreabrió los ojos y los
volvió a cerrar varias veces, como si no tuviera fuerzas
ni para levantar los párpados; pero finalmente logró
ubicar el rostro de Tad y sostener la mirada.
Murmuró:
—¿Taaad...?
—Aquí estoy —respondió su amigo.
Trabajosamente, Andrey preguntó:
—¿Y la... la... la chica? ¿G-g-g-g-gol...?
—Se fue...
Tad volvió a pasarle la mano por el cabello.
—La chica se fue.
Andrey cerró los ojos durante un par de minutos
y luego, como si hubiera reunido fuerzas, logró hablar
un poco más, sonriéndole a Tad:
—Ja... C-creo... creo que me... salvaste... otra vez.
N-no tenía di-dinero... para... p-pagarle...
La granítica dureza en el ceño de Tad se suavizó
por primera vez, como un grano de sangre coagulada
que al caerse descubre la piel nueva y lisa de una
herida. Andrey movió los dedos, como si buscara algo,