Page 155 - Telaranas
P. 155
Un hombre subió corriendo por las escaleras y
entró a la habitación; era uno de los enormes
guardaespaldas del club, encorvado por su altura y
deforme por la cantidad y volumen de sus músculos.
Miró la escena, la comprendió, la asimiló, y rugió con
una voz de campana:
—¡Le arrancaré la piel a ese maldito...!
Empezó a correr hacia las escaleras, pero Mónica
lo detuvo apenas con un susurro:
—Déjalo ir...
—¡¿Cómo?!
—Dejen que se vaya.
El monigote volvió a la habitación, resoplando, y
vociferó:
—¡¿Pero por qué?!
Terry caminó hacia él con fuertes taconazos y lo
abofeteó, reprendiéndolo:
—¿Desde cuándo cuestionas a Mónica? ¡Animal
ignorante!
—¡Pero...!
El guardaespaldas parpadeó confuso, incrédulo.
—¡Es solo un hombre! —protestó.
Terry estuvo a punto de replicar, pero
nuevamente fue un susurro de Mónica el que la
detuvo:
—Ve a detenerlo...
—¿Cómo?
—Ve a detenerlo, si quieres.
El guardaespaldas resopló como un tigre, todavía
confuso, mirando a las mujeres, y volvió a dirigirse a
las escaleras. Pero esta vez fue el murmullo de Terry el
que lo detuvo:
—Adiós, Derek...
entró a la habitación; era uno de los enormes
guardaespaldas del club, encorvado por su altura y
deforme por la cantidad y volumen de sus músculos.
Miró la escena, la comprendió, la asimiló, y rugió con
una voz de campana:
—¡Le arrancaré la piel a ese maldito...!
Empezó a correr hacia las escaleras, pero Mónica
lo detuvo apenas con un susurro:
—Déjalo ir...
—¡¿Cómo?!
—Dejen que se vaya.
El monigote volvió a la habitación, resoplando, y
vociferó:
—¡¿Pero por qué?!
Terry caminó hacia él con fuertes taconazos y lo
abofeteó, reprendiéndolo:
—¿Desde cuándo cuestionas a Mónica? ¡Animal
ignorante!
—¡Pero...!
El guardaespaldas parpadeó confuso, incrédulo.
—¡Es solo un hombre! —protestó.
Terry estuvo a punto de replicar, pero
nuevamente fue un susurro de Mónica el que la
detuvo:
—Ve a detenerlo...
—¿Cómo?
—Ve a detenerlo, si quieres.
El guardaespaldas resopló como un tigre, todavía
confuso, mirando a las mujeres, y volvió a dirigirse a
las escaleras. Pero esta vez fue el murmullo de Terry el
que lo detuvo:
—Adiós, Derek...