Page 68 - Telaranas
P. 68
cierto… no se me había ocurrido. Seguro fue que algo
dejó mal puesto. En realidad, todo estaba mal puesto
en esa oficina, incluso Alonso. Creo que siempre soñó
con ser cantante o algo así, pero a falta de dinero y una
buena voz, había ido a parar a la oficina de
contabilidad con un puesto de Profesional 3 cuyo
salario le había permitido ahorrar y comprarse un
grupo de emisoras que funcionaban con frecuencia
AM.
Fui directo al fondo a ver qué cosa se había caído
y, para mi sorpresa, todo estaba en su sitio. Esta vez
regresé corriendo, sin ver la oficina de Rogelio.
¡¿Cómo se me pudo ir echar un vistazo a esa oficina?!
De seguro ahí era donde algo se había caído. Con el
montón de bichitos que tenía en los estantes, alguno
de todos habría cobrado vida y había salido disparado
hasta chocar con la ventana. Rogelio era medio geek,
y aficionado a los juegos de video; coleccionaba
figuritas de todas esas historias de superhéroes, hasta
pertenecía a un club. Creo que engañaba a su esposa
con alguno de esos personajes, porque la culpa lo
hacía irse en detalles con ella cada vez que había
alguna fecha especial. Por eso había sacado vacaciones
ese viernes. Si al menos él hubiera estado ahí, habría
tenido con quién compartir el miedo.
Tomé valor de algún recóndito lugar de mi
hombría, y con el Jesús en la boca, me deslicé hasta la
oficina de Rogelio. Me asomé despacio por la ventana
y nada; solamente los superhéroes estaban ahí. Para
ese momento el miedo me hacía ver las cosas de una
forma diferente. Todos esos muñequitos en los
estantes, tan pequeños y tan poderosos; si al menos
lograra verme como uno de ellos, tal vez el miedo se
iría.
dejó mal puesto. En realidad, todo estaba mal puesto
en esa oficina, incluso Alonso. Creo que siempre soñó
con ser cantante o algo así, pero a falta de dinero y una
buena voz, había ido a parar a la oficina de
contabilidad con un puesto de Profesional 3 cuyo
salario le había permitido ahorrar y comprarse un
grupo de emisoras que funcionaban con frecuencia
AM.
Fui directo al fondo a ver qué cosa se había caído
y, para mi sorpresa, todo estaba en su sitio. Esta vez
regresé corriendo, sin ver la oficina de Rogelio.
¡¿Cómo se me pudo ir echar un vistazo a esa oficina?!
De seguro ahí era donde algo se había caído. Con el
montón de bichitos que tenía en los estantes, alguno
de todos habría cobrado vida y había salido disparado
hasta chocar con la ventana. Rogelio era medio geek,
y aficionado a los juegos de video; coleccionaba
figuritas de todas esas historias de superhéroes, hasta
pertenecía a un club. Creo que engañaba a su esposa
con alguno de esos personajes, porque la culpa lo
hacía irse en detalles con ella cada vez que había
alguna fecha especial. Por eso había sacado vacaciones
ese viernes. Si al menos él hubiera estado ahí, habría
tenido con quién compartir el miedo.
Tomé valor de algún recóndito lugar de mi
hombría, y con el Jesús en la boca, me deslicé hasta la
oficina de Rogelio. Me asomé despacio por la ventana
y nada; solamente los superhéroes estaban ahí. Para
ese momento el miedo me hacía ver las cosas de una
forma diferente. Todos esos muñequitos en los
estantes, tan pequeños y tan poderosos; si al menos
lograra verme como uno de ellos, tal vez el miedo se
iría.