Page 65 - Telaranas
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La monja

Marcela Mora


Todo el día me había sentido inquieto en la

oficina. Igual había sido un mal día. Era viernes.
Durante la semana mi jefe había molestado tanto

como había podido; una cosa más que se sumaba al
desgano de ir todos los días a trabajar. Tanto que

había soñado con trabajar en la mejor y única empresa

de telecomunicaciones del país y, después de quince
años de venir todos los días al mismo cubículo y lidiar

con los mismos trámites de siempre, ya no estaba tan
seguro de que fuera lo mejor que me había pasado. Mi

trabajo no era nada extraordinario, consistía en
tramitar las facturas de todo lo que consumían las

cuadrillas. Desde noches de hotel con desayuno
incluido, hasta cafés y cuanta cosa se les ocurriera en

el camino. Todo pasaba por mi oficina. Lo único
interesante que tenía mi trabajo era mi manía de
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