Page 106 - Telaranas
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Los pobladores volvieron a sus casas con la mayor
prisa posible, el sol comenzó a ponerse rápidamente

en el horizonte y el pueblo se llenó de colores rojizos.
El muchacho y yo tratamos de acomodar el

cuerpo en el corredor de la casa, que amenazaba con

caernos encima. Luego nos apresuramos a volver a la
casa del joven, que se ubicaba casi al otro lado del

pueblo.
Entramos por una callejuela cercana; el pueblo

estaba prácticamente desierto y la oscuridad seguía
aumentando esa atmosfera de tensión tan difícil de

digerir. De pronto, una casa a nuestra derecha se

derrumbó por completo, dejando volar astillas por los
aires y provocando un ruido ensordecedor. Tomamos

a la izquierda, enrumbándonos hacia la fuente, pero
luego nos dirigimos hacia otra vivienda cuya

construcción de ladrillo parecía ser más segura; nos
quedamos en el porche y vimos que muchas casas se

habían derrumbado en pocos minutos, algunas de sus
ruinas ya casi se habían convertido en polvo, y la

maleza empezaba a cubrirlas.
Dentro de la casa había dos personas que nos

miraron por la ventana y nos indicaron que nos

largáramos, de una forma bastante acalorada. Cuando
estábamos a punto de salir del porche, pude observar

que un hombre mayor venía hacia donde nos
escondíamos, proveniente de una casa vecina.

Se lo señalé al joven y nos dispusimos a ayudarlo
para que llegara rápido. En ese instante, una sombra

voló hacia él. Era un ser vestido totalmente de negro,

alto y de presencia impactante. Tomó al anciano con
sus manos gigantescas, lo elevó en el aire como si no

pesara ni un gramo y lo mordió en el cuello sin piedad.
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