Page 102 - Telaranas
P. 102
crema muy similar, ligeramente abombados a la altura
de las rodillas y fuertemente cerrados en el tobillo con
medias negras.
La impresión más fuerte me la llevé cuando vi a
muchos de estos extraños personajes con imágenes,
cruces y cuadros muy antiguos de santos. En medio
del parque estaban al menos veinte personas
arrodilladas en el piso de piedra y parte de la calle, con
las manos en alto y sus figuras rodeándolos.
Murmuraban palabras en un idioma incomprensible
mientras bajaban sus cabezas para ver a los santos y
luego volver su vista hacia el cielo. No me acerqué,
pero vi que llegaban más personas, ponían sus
imágenes en el semicírculo que los rodeaba y se unían
a las murmuraciones arrodillándose con los demás.
Los suaves clamores subían de fuerza en algunas
ocasiones, así que me acerqué a una señora y le
pregunté con mucha calma qué era lo que sucedía o
celebraban. Ella me miró con severidad y pude notar
que uno de sus ojos estaba completamente en blanco,
y su boca hacía una mueca desagradable. Su rostro
comenzó a temblar y me veía como si no tuviera
consciencia alguna de lo que estaba viendo; su
garganta se contrajo tanto que parecía que se estaba
ahorcando, y de pronto aulló en mi cara:
—¡Groaza! ¡GROAZA!
El corazón me palpitó con fuerza por la impresión
del tremendo grito que, a su vez, desató la histeria del
resto del grupo, que vociferaba la misma palabra
golpeándose el pecho y temblando arrodillados.
—¡Groaza! ¡Groaza! —rugían sin cesar, hombres
y mujeres por igual.
Quise alejarme en ese momento, pero estaba tan
impactado por la imagen que no pude moverme.
de las rodillas y fuertemente cerrados en el tobillo con
medias negras.
La impresión más fuerte me la llevé cuando vi a
muchos de estos extraños personajes con imágenes,
cruces y cuadros muy antiguos de santos. En medio
del parque estaban al menos veinte personas
arrodilladas en el piso de piedra y parte de la calle, con
las manos en alto y sus figuras rodeándolos.
Murmuraban palabras en un idioma incomprensible
mientras bajaban sus cabezas para ver a los santos y
luego volver su vista hacia el cielo. No me acerqué,
pero vi que llegaban más personas, ponían sus
imágenes en el semicírculo que los rodeaba y se unían
a las murmuraciones arrodillándose con los demás.
Los suaves clamores subían de fuerza en algunas
ocasiones, así que me acerqué a una señora y le
pregunté con mucha calma qué era lo que sucedía o
celebraban. Ella me miró con severidad y pude notar
que uno de sus ojos estaba completamente en blanco,
y su boca hacía una mueca desagradable. Su rostro
comenzó a temblar y me veía como si no tuviera
consciencia alguna de lo que estaba viendo; su
garganta se contrajo tanto que parecía que se estaba
ahorcando, y de pronto aulló en mi cara:
—¡Groaza! ¡GROAZA!
El corazón me palpitó con fuerza por la impresión
del tremendo grito que, a su vez, desató la histeria del
resto del grupo, que vociferaba la misma palabra
golpeándose el pecho y temblando arrodillados.
—¡Groaza! ¡Groaza! —rugían sin cesar, hombres
y mujeres por igual.
Quise alejarme en ese momento, pero estaba tan
impactado por la imagen que no pude moverme.