Page 66 - Aquelarre
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Así que, luego de pensarlo, y motivada por la promesa de
producción de músculo y masa ósea, me arriesgué:
—Acepto, pero solo si me acompaña al supermercado y si
mañana no se toma la pastilla y se aventura a comer conmigo.
—Es peligroso escucharla. Se corre el riesgo de que lo
convenzan a uno; y un hombre que se deja convencer con una sola
razón, es un ser absolutamente irracional –me contestó con tono
serio y ojos más brillantes.
Sonreí y creí reconocer a Oscar Wilde en su respuesta. Mis
labios se extendieron y le preguntaron sorprendida:
— ¿Óscar Wilde?
Sus cejas se levantaron nuevamente y el verde de sus ojos se
expandió otra vez.
*
El otro día trajo sorpresas agradables. Para el desayuno
dispuse dos platos blancos extendidos sobre individuales rojos.
Con el olor del pan francés integral recién horneado, sobre el cual
descansaba una cama de tomates pera frescos con trozos de queso
Bocconcini animados con el verde y el morado de la albahaca y
plácidamente bañados en aceite de oliva y semillas de amapola,
apareció Guy en la cocina. Decoré la mesa con las plantas de
albahaca, que tan generosamente él había adquirido gracias a mi
insistencia. Entre las tazas de café orgánico certificado que le había
traído de Costa Rica como muestra de agradecimiento, hablamos
sobre los aciertos y limitaciones de la Fundación One Drop, e
inquirió sobre mis preocupaciones referentes a la política
alimentaria. Le expliqué que, en Costa Rica, los alimentos habían
subido su valor desproporcionalmente si los comparábamos con el
ingreso de la mayoría de los hogares en las últimas décadas. Los
productores, agobiados por las políticas monopolizadoras de las
compañías expendedoras de insumos para la producción, e
indefensos antes los trastornos climáticos a causa de la
contaminación y los desastres ecológicos, preferían exportar los
productos de primera y segunda. En el mercado solo se encontraba
frutas y vegetales de tercera y cuarta, deformados, muchos, por el
producción de músculo y masa ósea, me arriesgué:
—Acepto, pero solo si me acompaña al supermercado y si
mañana no se toma la pastilla y se aventura a comer conmigo.
—Es peligroso escucharla. Se corre el riesgo de que lo
convenzan a uno; y un hombre que se deja convencer con una sola
razón, es un ser absolutamente irracional –me contestó con tono
serio y ojos más brillantes.
Sonreí y creí reconocer a Oscar Wilde en su respuesta. Mis
labios se extendieron y le preguntaron sorprendida:
— ¿Óscar Wilde?
Sus cejas se levantaron nuevamente y el verde de sus ojos se
expandió otra vez.
*
El otro día trajo sorpresas agradables. Para el desayuno
dispuse dos platos blancos extendidos sobre individuales rojos.
Con el olor del pan francés integral recién horneado, sobre el cual
descansaba una cama de tomates pera frescos con trozos de queso
Bocconcini animados con el verde y el morado de la albahaca y
plácidamente bañados en aceite de oliva y semillas de amapola,
apareció Guy en la cocina. Decoré la mesa con las plantas de
albahaca, que tan generosamente él había adquirido gracias a mi
insistencia. Entre las tazas de café orgánico certificado que le había
traído de Costa Rica como muestra de agradecimiento, hablamos
sobre los aciertos y limitaciones de la Fundación One Drop, e
inquirió sobre mis preocupaciones referentes a la política
alimentaria. Le expliqué que, en Costa Rica, los alimentos habían
subido su valor desproporcionalmente si los comparábamos con el
ingreso de la mayoría de los hogares en las últimas décadas. Los
productores, agobiados por las políticas monopolizadoras de las
compañías expendedoras de insumos para la producción, e
indefensos antes los trastornos climáticos a causa de la
contaminación y los desastres ecológicos, preferían exportar los
productos de primera y segunda. En el mercado solo se encontraba
frutas y vegetales de tercera y cuarta, deformados, muchos, por el