Page 69 - Aquelarre
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—El mundo oculto y secreto está a nuestros pies y se revela
rebosante de contrastes: sensible y tempestuoso, ruidoso y
tranquilo, pacífico y caótico. Y mientras el sol sale y da inicio a un
nuevo día, el vibrante ciclo de la vida comienza otra vez.
—¡Inspirador! –le dije. Y aproveché para preguntarle si sería
la consigna de un nuevo espectáculo.
Como si estuviera en otra dimensión, al lado de Singe, me
alcanzó el mismo plato blanco con un pedazo de papel donde se
leían estas palabras: Ciudad de las Estrellas, Rejuvenex,
Zumanity.
Esta vez, comprendí perfectamente. Zumanity era el único
espectáculo del Circo del Sol que aún no había visto. En palabras
de Guy: “el lado sensual del Cirque du Soleil que presenta la
dimensión seductora de lo prohibido”.
Abandoné el proyecto del desayuno. Con la taza de café entre
mis manos, avancé y tomé asiento en la silla del desayunador. Puse
mis pies en el suelo para tener contacto con la realidad en que me
encontraba ahora y descifrar mi circunstancia. Vi como los rayos
del sol entraban por la ventana y pensé si estaría lista para “luchar
contra la fatalidad del tiempo” otra vez, para “procurarme un lugar
en la Tierra”, nuevamente. Casi imperceptibles, unas ligeras
manchas empañaban la transparencia de la ventana. Le pediría a
Singe que se ocupara de ellas.
rebosante de contrastes: sensible y tempestuoso, ruidoso y
tranquilo, pacífico y caótico. Y mientras el sol sale y da inicio a un
nuevo día, el vibrante ciclo de la vida comienza otra vez.
—¡Inspirador! –le dije. Y aproveché para preguntarle si sería
la consigna de un nuevo espectáculo.
Como si estuviera en otra dimensión, al lado de Singe, me
alcanzó el mismo plato blanco con un pedazo de papel donde se
leían estas palabras: Ciudad de las Estrellas, Rejuvenex,
Zumanity.
Esta vez, comprendí perfectamente. Zumanity era el único
espectáculo del Circo del Sol que aún no había visto. En palabras
de Guy: “el lado sensual del Cirque du Soleil que presenta la
dimensión seductora de lo prohibido”.
Abandoné el proyecto del desayuno. Con la taza de café entre
mis manos, avancé y tomé asiento en la silla del desayunador. Puse
mis pies en el suelo para tener contacto con la realidad en que me
encontraba ahora y descifrar mi circunstancia. Vi como los rayos
del sol entraban por la ventana y pensé si estaría lista para “luchar
contra la fatalidad del tiempo” otra vez, para “procurarme un lugar
en la Tierra”, nuevamente. Casi imperceptibles, unas ligeras
manchas empañaban la transparencia de la ventana. Le pediría a
Singe que se ocupara de ellas.