Page 84 - Puntas de Iceberg
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humanos se ahogaran y destruyeran sus navíos. No les ordenaban
morir, pero los influenciaban.
—Está bien, haré algo. —El sirénido pareció tranquilizarse. Pensó
por un minuto y comenzó a cantar. Era un canto muy complejo,
polifónico y multitímbrico. Había ondas de diferentes frecuencias,
muchas atravesaron las paredes. El microgrifo tuvo ligeros
problemas para no dejarse influenciar.
—¿Qué has tratado de hacer? ¿Quisiste controlarme?
—No, lo que hice es muy complejo para explicarlo a un grifo
mensajero. Puedes estar tranquilo, el Leiter perderá su guerra y
luego dejará de vivir.
—No me subestimes. Dime qué hiciste y cómo puedo estar seguro
de que funcionará.
—No te subestimo, pero sí es muy complejo. El destino está hecho
de miles de causas y efectos que hacen que un día tomes una
decisión. Los sentimientos humanos son como la música: llenos de
timbres, frecuencias y melodías desconectadas que juntas forman
una armonía con sentido. Y claro, no podemos obviar el contexto, el
lugar donde la música se interpreta, ni al músico vecino. Muy
complejo. Sin embargo, basta ajustar alguna de tales melodías para
que sea la voz cantante y así cambiar el sentido de las cosas y llegar
a un final distinto. He potenciado una de esas melodías y su
entorno, logrando que en unos meses un sentimiento que he
percibido débil, reemplace la codicia y la esperanza. En ese
momento, créeme, ya no tendrá razón para vivir. Su tiempo se
habrá acabado. Por cierto, hablando de tiempo que se agota: ¿no
debemos irnos ya para alcanzar la puerta?
—¡Excelente! Entiendo todo. Ahora, tengo otro mensaje para ti,
Anýparktos: “Eres un sirénido muy peligroso, y por tanto se te
condena a morir en abandono”. Mis órdenes son abandonarte aquí.
No lograrás llegar a la puerta a tiempo. Eso te hubiera dado un par
de días de vida mientras la desolación y el olvido terminan con tu
existencia. Pero me parece que no tienes tanto tiempo: la carne que
morir, pero los influenciaban.
—Está bien, haré algo. —El sirénido pareció tranquilizarse. Pensó
por un minuto y comenzó a cantar. Era un canto muy complejo,
polifónico y multitímbrico. Había ondas de diferentes frecuencias,
muchas atravesaron las paredes. El microgrifo tuvo ligeros
problemas para no dejarse influenciar.
—¿Qué has tratado de hacer? ¿Quisiste controlarme?
—No, lo que hice es muy complejo para explicarlo a un grifo
mensajero. Puedes estar tranquilo, el Leiter perderá su guerra y
luego dejará de vivir.
—No me subestimes. Dime qué hiciste y cómo puedo estar seguro
de que funcionará.
—No te subestimo, pero sí es muy complejo. El destino está hecho
de miles de causas y efectos que hacen que un día tomes una
decisión. Los sentimientos humanos son como la música: llenos de
timbres, frecuencias y melodías desconectadas que juntas forman
una armonía con sentido. Y claro, no podemos obviar el contexto, el
lugar donde la música se interpreta, ni al músico vecino. Muy
complejo. Sin embargo, basta ajustar alguna de tales melodías para
que sea la voz cantante y así cambiar el sentido de las cosas y llegar
a un final distinto. He potenciado una de esas melodías y su
entorno, logrando que en unos meses un sentimiento que he
percibido débil, reemplace la codicia y la esperanza. En ese
momento, créeme, ya no tendrá razón para vivir. Su tiempo se
habrá acabado. Por cierto, hablando de tiempo que se agota: ¿no
debemos irnos ya para alcanzar la puerta?
—¡Excelente! Entiendo todo. Ahora, tengo otro mensaje para ti,
Anýparktos: “Eres un sirénido muy peligroso, y por tanto se te
condena a morir en abandono”. Mis órdenes son abandonarte aquí.
No lograrás llegar a la puerta a tiempo. Eso te hubiera dado un par
de días de vida mientras la desolación y el olvido terminan con tu
existencia. Pero me parece que no tienes tanto tiempo: la carne que