Page 83 - Puntas de Iceberg
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Llegaron a una fortaleza pero no fueron vistos. Entraron al cuarto

del hombre causante de esta guerra de humanos contra humanos.

El sirénido contempló al hombre dormido, para muchos un
monstruo, que ahora mostraba una faceta de debilidad muy

humana.

—¿Qué debo decirle? ¿Cuál es el mensaje?

—Eso no lo sé —dijo el grifo—. El mensaje es para ti: “El poder el

hombre debe terminar y renunciar a la guerra”.

—Eso no lo puedo hacer. Ese poder no se le puede quitar porque

forma parte de su ser. Ha sido potenciado y esa potencia no decaerá
a menos que renuncie y pierda la esperanza o la ambición. Pero no

lo conoces. Es un luchador necio, sus ideales son muy fuertes,
realmente cree lo que dice, su codicia es infinita y tiene una fe

inquebrantable: nunca dejará de luchar. Ahora, aun perdiendo,
sigue exigiendo a sus hombres ir a la batalla. No, no se rendirá, eso

te lo aseguro.

—Entonces no podemos dejarlo vivir. Perderá la guerra, morirán

muchos más humanos, pero la perderá. Podría ser sentenciado a

muerte, pero estoy seguro que esa sentencia no se ejecutará y en un
futuro tendrá la oportunidad de intentar de nuevo su sueño, el que

le inculcaste, y tendremos problemas.

—No puedes matarlo y lo sabes. Solo un unicornio podría hacer
algo así sin causar un castigo terrible para nuestro mundo.


—Yo no puedo, pero tú si…

—¿Qué dices? ¡Soy un sirénido, no un unicornio!

—Nunca dije que fueras un unicornio. Eres Anýparktos y

ciertamente podrás hallar la manera de que muera sin tener que

matarlo nosotros. Hemos hecho eso durante toda la guerra ¿no?
Hemos batallado junto a los humanos sin que nos noten, afectando

sus poderes y debilidades para que mueran o sean muertos por sus
semejantes. Esa subespecie de ustedes, la acuática, hacía que los
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