Page 87 - Telaranas
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ver las estrellas brillantes, de neón, en el techo de
madera. Son falsas, obvio. A pesar de que hay poca luz,

la pared rosada es demasiado llamativa. Ella ni
siquiera se mueve. Adivinen de qué color son las

medias…

¡¡¡Aaaaaaaaaay!!! Pero es que tanto rosado
empalaga. Es como un cuarto de muñeca. ¿Qué diría

Freud? Bromeo y me burlo de mí misma. ¿Qué más
puedo hacer?

Acabemos con esto.
Vuelvo al escritorio de la “niña de bien”, pero solo

con los ojos. Colas y prensas de colores pastel, libros

de la universidad, DVD’s de música que ni reconozco.
El libro de cómo sembrar girasoles para dummies

debe de estar por allí —bromeo sola de nuevo.
Ojalá tuviera a alguna de las chiquillas aquí, al

menos para vacilar. Debe de ser un mal síntoma
contarse chistes a una misma, ¿verdad?

Una curiosidad imponente me posee. ¿Quién es
ella? Esa de las medias rosas. ¿Por qué no oigo si

respira? ¿Por qué me importa tanto quién sea?
Un suéter también rosado sobre la silla de ébano.

Tiene una conejita blanca de peluche. Cientos de

esmaltes de uñas, rosados todos. Cada vez veo más
detalles… y pienso que es como un cruce entre

Tinkerbell, los Ositos Cariñosos y Alicia en el país de
las maravillas, pero rosada. Es decir, empalagoso;

pero raro y atrayente.
Dolor de pecho, un poco más leve. El móvil

metálico replica afuera. No estoy soñando. En los

sueños no hay viento, ni móviles sonando. Debo de
estar como medio dormida. Quizás me tomé algún

medicamento que me hace alucinar. ¿Será que otra
vez me dieron las alergias de estrés, cortesía del
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