Page 89 - Telaranas
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¡Estoy adentro! Está muy, muy helado allí. Siento
el deseo de cobijar a la muchacha esa que debe de ser

un invento de mi imaginación. Sin embargo, no lo
hago. No sé qué pasaría si se despierta. Todavía no

estoy muy segura de qué diantres pasa.

Tomo el diario y lo ojeo.
Así me entero de todo, dijo yo.

Ella sigue acostada, de espalda. No se escucha ni
respirar. Salgo de prisa, con el diario en la mano.

Junto a la puerta me siento segura de nuevo y me
apoyo en el piso; me tiro y ubico allí, casi como haría

un perro guardián.

Leo… y no entiendo.
No entiendo.

No entiendo.
No entiendo nada.

¿Qué?...
No es cierto.

No entiendo.
No entiendo. No entiendo.

¡Es imposible!
Recuerdo ahora… la banda metálica, el olor a

canela y a menta, el violín… los manuales…

—¡¿Está muerta?! —oigo.
Me quedo muda. No emito sonidos. Luego trato

de gritar para despertarme o pedir ayuda, pero no se
oye nada.

Trato de levantarme, pero me caigo de frente. Me
vuelve el dolor al pecho, pero no creo que sea un

infarto. No puede ser un infarto, ¿o sí? Nunca supe de

alguien que sufriendo un infarto le dieran
alucinaciones ni sueños. Esto TIENE que ser una

alucinación.
Es que... ¡Yo sería incapaz!
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