Page 85 - Telaranas
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¿Qué busco? ¿Estoy despierta? ¿Qué hora es?
¿Dónde?
Instintivamente, busco un reloj y un calendario.
Me encantaría un mapa como el de los parques de
diversiones, que diga “Usted está aquí”, y me muestre
la ruta de salida. Obviamente no hay nada así.
Respiro y avanzo, pero con la mirada. Me duele el
pecho, como si fuera a darme un infarto. No es que
haya tenido uno nunca, pero me imagino que es así.
Lo raro es que no tengo miedo; solo es como un dolor
de muela, pero a la altura del escote.
No paso de la puerta de ese cuarto, siento que no
podría hacerlo. Sigo observando mientras me animo a
dar el primer paso. Irremediablemente curiosa e
inconforme, sigo buscando un reloj. No tengo más que
una banda metálica en la mano izquierda con mi
nombre. ¡Ay, diantres! ¿Por qué una persona normal
tendría una banda metálica en su mano izquierda?
¿Será que no soy una persona normal? Está fría y
tiesa. Tengo que estar soñando. Estaré drogada.
Piensa… piensa, Agatha: ¿qué es lo último que
recuerdas?
—Un violín rosado…
No, no; antes que eso.
—Un libro sobre teclas de piano.
Que no. Algo de verdad. Piensa.
—Nada, en blanco. Bueno, en realidad en negro.
Recuerdo que soy Agatha y que tengo treinta y
seis años. Que soy alérgica a las algas y que me gusta
usar las uñas pintadas de negro, porque mantiene
alejada a la gente conservadora, y me ahorro
conversaciones estúpidas y galanes babosos. Trabajo
mucho y trato de hacer el bien cuando puedo.
¿Dónde?
Instintivamente, busco un reloj y un calendario.
Me encantaría un mapa como el de los parques de
diversiones, que diga “Usted está aquí”, y me muestre
la ruta de salida. Obviamente no hay nada así.
Respiro y avanzo, pero con la mirada. Me duele el
pecho, como si fuera a darme un infarto. No es que
haya tenido uno nunca, pero me imagino que es así.
Lo raro es que no tengo miedo; solo es como un dolor
de muela, pero a la altura del escote.
No paso de la puerta de ese cuarto, siento que no
podría hacerlo. Sigo observando mientras me animo a
dar el primer paso. Irremediablemente curiosa e
inconforme, sigo buscando un reloj. No tengo más que
una banda metálica en la mano izquierda con mi
nombre. ¡Ay, diantres! ¿Por qué una persona normal
tendría una banda metálica en su mano izquierda?
¿Será que no soy una persona normal? Está fría y
tiesa. Tengo que estar soñando. Estaré drogada.
Piensa… piensa, Agatha: ¿qué es lo último que
recuerdas?
—Un violín rosado…
No, no; antes que eso.
—Un libro sobre teclas de piano.
Que no. Algo de verdad. Piensa.
—Nada, en blanco. Bueno, en realidad en negro.
Recuerdo que soy Agatha y que tengo treinta y
seis años. Que soy alérgica a las algas y que me gusta
usar las uñas pintadas de negro, porque mantiene
alejada a la gente conservadora, y me ahorro
conversaciones estúpidas y galanes babosos. Trabajo
mucho y trato de hacer el bien cuando puedo.