Page 80 - Telaranas
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viaje incierto, un alma tan noble como la de aquella
mujer no sería rechazada.

La existencia de Rebeca se fue haciendo cada vez
más apacible. Ya no le preocupaba la muerte. Uno tras

otro, sus parientes fueron falleciendo; pero la vida se

entretenía en su regazo. A los setenta años enviudó, y
para cuando llegó a los ochenta, más bien esperaba









































con ansias el momento de reunirse con los que ya
habían cruzado el umbral inescrutable. Sin embargo,

aún tuvo que esperar cuatro años más.
Aquella mañana del 3 de octubre de 1989, Isabel,

la mayor de las hijas de Rebeca, extrañada al ver que

el reloj marcaba las siete y ésta no se presentaba a
desayunar, fue a buscarla a su habitación. Allí, en el

generoso lecho, boca arriba y con los brazos cruzados,
yacía el cuerpo de la anciana. Al darse cuenta que no

se movía, y al recordar aquella fecha, la hija, hostigada
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