Page 77 - Aquelarre
P. 77
¿Algo especial?
Una mujer como yo no podía tener algo así.
—No sé de qué tanto hablas.
—Déjame terminar —masculló molesto—. Eres inteligente y lo
sabes; con esas ansias de saber y querer conocer, fuiste abriendo lo
que nosotros llamamos “una compuerta mental”, un ojo a otros
mundos, por decirlo en simples palabras. Una vidente de
penumbras es la persona con la capacidad de ver y escuchar seres
que se mueven entre los velos de los mundos, permitiendo de esa
manera que otros también los vean. Cuando se sabe que un
humano despierta como vidente, puede usarse sus facultades para
encerrar o enviar almas corruptas a sitios especiales donde se
encargan de ellas. Por lo general son los cazadores de almas los que
utilizan este tipo de habilidad cuando entran en un mundo donde
sus cuerpos son incorpóreos, tu caso es muy especial.
El hombre dio un par de pasos hacia mí, causando que gimiera
en respuesta, un acto involuntario del pánico que se apoderaba de
mi cuerpo.
—Yo no soy un cazador de almas; soy lo que muchos llamarían
un guardián o un protector, mucho mejor que un simple ángel de
la guarda. Mis poderes se limitan tan solo a la voluntad de la
persona que cuide; el don que ha despertado dentro de ti me
permitió acercarme, y ahora que veo el error que piensas cometer,
decidí intervenir para que no lo hagas.
¡Qué disparate!, pensé de improviso.
Si estaba volviéndome demente con el paso de los minutos,
mientras aguardaba a que llegara mi hermano, entonces ahora ya
me había vuelto loca por completo; como diría mi viejo padre: “tan
loca como una cabra”.
—Lo que haga con mi vida no te incumbe por completo.
Bastante harta, quise recoger mi cuchillo, pero mis pies no me
obedecieron, ni mis manos, que colgaban a los costados, ni mis
ojos, que se clavaron en los suyos; creí reconocer algo familiar en
ellos.
—Veo que aun no me recuerdas; es normal si lo vemos desde
tu perspectiva, todas las veces que me viste, llevaba ropa de
indigente.
Una mujer como yo no podía tener algo así.
—No sé de qué tanto hablas.
—Déjame terminar —masculló molesto—. Eres inteligente y lo
sabes; con esas ansias de saber y querer conocer, fuiste abriendo lo
que nosotros llamamos “una compuerta mental”, un ojo a otros
mundos, por decirlo en simples palabras. Una vidente de
penumbras es la persona con la capacidad de ver y escuchar seres
que se mueven entre los velos de los mundos, permitiendo de esa
manera que otros también los vean. Cuando se sabe que un
humano despierta como vidente, puede usarse sus facultades para
encerrar o enviar almas corruptas a sitios especiales donde se
encargan de ellas. Por lo general son los cazadores de almas los que
utilizan este tipo de habilidad cuando entran en un mundo donde
sus cuerpos son incorpóreos, tu caso es muy especial.
El hombre dio un par de pasos hacia mí, causando que gimiera
en respuesta, un acto involuntario del pánico que se apoderaba de
mi cuerpo.
—Yo no soy un cazador de almas; soy lo que muchos llamarían
un guardián o un protector, mucho mejor que un simple ángel de
la guarda. Mis poderes se limitan tan solo a la voluntad de la
persona que cuide; el don que ha despertado dentro de ti me
permitió acercarme, y ahora que veo el error que piensas cometer,
decidí intervenir para que no lo hagas.
¡Qué disparate!, pensé de improviso.
Si estaba volviéndome demente con el paso de los minutos,
mientras aguardaba a que llegara mi hermano, entonces ahora ya
me había vuelto loca por completo; como diría mi viejo padre: “tan
loca como una cabra”.
—Lo que haga con mi vida no te incumbe por completo.
Bastante harta, quise recoger mi cuchillo, pero mis pies no me
obedecieron, ni mis manos, que colgaban a los costados, ni mis
ojos, que se clavaron en los suyos; creí reconocer algo familiar en
ellos.
—Veo que aun no me recuerdas; es normal si lo vemos desde
tu perspectiva, todas las veces que me viste, llevaba ropa de
indigente.