Page 22 - Puntas de Iceberg
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era peligroso; que las ayudas de los jóvenes siempre esperaban una

retribución que ella nunca pagaba. La moral era lo primero y con eso

ella no jugaba, no señor. Así había sido educada. Por eso, todos los
sábados en la noche, sus jóvenes amigos se llevaban una negativa y

terminaban yendo solos a bailar. Negarse a ir era lo correcto, ellos
deberían saberlo ya. Sin embargo, insistían.


Los ojos verdes se despegan de su hermoso reflejo en el espejo para
mirar de nuevo el reloj. Son las siete y quince minutos.

—Se habrán retrasado por la lluvia –dijo su pensamiento en un

susurro apenas perceptible–.

Era una noche de tormenta. La oscuridad y el bullicio en la

ventana la hacen recordar, un recuerdo que despierta un dolor
yaciente. Recuerda… otro él. Un supuesto caballero, campeón de

natación de la universidad, hijo de un gran hacendado y dueño de un
BMW deportivo… El muchacho más perseguido de todo el campus.

¿Almas gemelas? —Son el uno para otro –decían sus amigas. Y

entonces recordó con dolor cómo esa noche lluviosa, sorda, fría,
como la que asomaba en la ventana, él se ofreció a llevarla a casa en

su BMW. Ella aceptó. Él condujo hasta el mirador, donde la
imponente ciudad se miraba empañada por la cortina de agua

derramada desde mil puntos ocultos en la oscuridad cómplice del
cielo. Ella estaba nerviosa. La mirada cálida del joven le atravesaba

el pecho, buscando incesantemente una chispa de entrega. Ella lo

miró. Sus manos cálidas se sintieron tocadas por las de él. Sus labios
temblorosos fueron seducidos en segundos de incertidumbre,

mientras el frío le hacía cosquillas en los huesos. Un relámpago
acompañado de su mellizo, el estruendo, la despertó de la hipnosis

en la que había caído, dándose cuenta que las manos del joven
exploraban partes prohibidas —prohibidas en su antigua tradición

maternal—. Lo detuvo de golpe. El peligro se había vuelto una
realidad imposible para ella. Siempre creyó que ganaría la batalla de

la seducción con una mente atenta, pero no fue así. No volvió a
hablarle. Decidió no tratar con ningún hombre que le despertara esos

deseos, se sentía sucia y eso no le gustaba. Nunca le gustó.
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