Page 47 - Puntas de Iceberg
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hija en un accidente aéreo. Ahora, estaba seguro que en sus sueños
estaban los mismos gritos y llantos que escuchó en el teléfono. Su
esposa y su hija eran su tesoro. El solo hecho de pensar que algo les
sucediera lo podía volver loco. Y ahora un bromista que le insinúa
que su esposa sufrió un accidente estaba intentando una tercera
llamada. Era incontenible. Se levantó, agarró con violencia el
auricular y gritó:
— ¡Maldito seas, quien quiera que seas! ¡Déjame en paz!
La voz asustada de la esposa lo espantó.
— ¡Mi amor!, pero… ¿qué pasa?
— ¡Mi amor! ¡Oh, Dios! ¡Qué alegría oírte! Perdón, perdón... es
que… creí que eras un loco que, que, bueno, lo siento...
— ¡Dios! ¡Qué susto me diste! Esos gritos… ¿Seguro que está todo
bien? Bueno, no importa. Mira, te llamé en la mañana, como a las
ocho. Hemos tenido un sinnúmero de problemas en el viaje.
Primero lo de anoche, que no pudimos salir, como te conté. Luego,
hoy nos dijeron que el vuelo sí salía pero que teníamos que ir en otra
aerolínea. Luego, nos salen con que lo cancelaron por problemas en
la máquina; así que te llamo para que no vayas a recogernos. Fíjate,
aquí estamos varadas desde anoche, en un motel llamado Hamilton,
o algo así...
— ¡Espera! ¿Problemas mecánicos? ¿Están bien? ¿Qué tipo de
problemas?
— ¡Cálmate! No sé, problemas dicen, yo no soy mecánica ni me
puse a preguntar… Pero no te preocupes, ni siquiera nos montamos
en ese avión. Mira amor, en serio no te preocupes, estam...
Hubo un corte de comunicación.
Soto se sentó, esperando que ella volviera a llamar. Esperó un
minuto, luego se impacientó. Al sonar, Soto sintió el retorno de su
alma al pecho.
— ¡Hola!
estaban los mismos gritos y llantos que escuchó en el teléfono. Su
esposa y su hija eran su tesoro. El solo hecho de pensar que algo les
sucediera lo podía volver loco. Y ahora un bromista que le insinúa
que su esposa sufrió un accidente estaba intentando una tercera
llamada. Era incontenible. Se levantó, agarró con violencia el
auricular y gritó:
— ¡Maldito seas, quien quiera que seas! ¡Déjame en paz!
La voz asustada de la esposa lo espantó.
— ¡Mi amor!, pero… ¿qué pasa?
— ¡Mi amor! ¡Oh, Dios! ¡Qué alegría oírte! Perdón, perdón... es
que… creí que eras un loco que, que, bueno, lo siento...
— ¡Dios! ¡Qué susto me diste! Esos gritos… ¿Seguro que está todo
bien? Bueno, no importa. Mira, te llamé en la mañana, como a las
ocho. Hemos tenido un sinnúmero de problemas en el viaje.
Primero lo de anoche, que no pudimos salir, como te conté. Luego,
hoy nos dijeron que el vuelo sí salía pero que teníamos que ir en otra
aerolínea. Luego, nos salen con que lo cancelaron por problemas en
la máquina; así que te llamo para que no vayas a recogernos. Fíjate,
aquí estamos varadas desde anoche, en un motel llamado Hamilton,
o algo así...
— ¡Espera! ¿Problemas mecánicos? ¿Están bien? ¿Qué tipo de
problemas?
— ¡Cálmate! No sé, problemas dicen, yo no soy mecánica ni me
puse a preguntar… Pero no te preocupes, ni siquiera nos montamos
en ese avión. Mira amor, en serio no te preocupes, estam...
Hubo un corte de comunicación.
Soto se sentó, esperando que ella volviera a llamar. Esperó un
minuto, luego se impacientó. Al sonar, Soto sintió el retorno de su
alma al pecho.
— ¡Hola!