Page 117 - Telaranas
P. 117
ellas, con marcado acento de “no me ha ido bien con
el español y no pregunten por mis documentos”, les
consiguió a los cuatro jóvenes una mesa frente a la
tarima principal y les tomó la orden; Tad fue el único
que no pidió cerveza y prefirió una gaseosa común. La
mesera se retiró, y luego de un par de minutos
comenzaron a acercarse aquellas otras chicas,
pidiendo ser invitadas a un trago, e investigando si los
nuevos clientes las requerían para aquellos otros
menesteres. Ellas sabían que no serían invitadas ni
requeridas inmediatamente, que el acuerdo tácito
entre ellas y los clientes (al menos los más
informados) era rechazar esos acercamientos
prematuros y aguardar a que el ambiente hiciera lo
suyo... o aguardar a que coincidieran esa chica
especial con ese cliente especial que no podría decirle
que no. Las primeras, entonces, fueron cortésmente
despedidas por Andrey, JJ y Charley; pero a la suya
Tad ni siquiera le permitió tomar asiento; apenas
cuando ella empezaba a mover la silla saludando con
un coqueto “hola, precioso”, él replicó sin siquiera
mirarla:
—Vete de aquí.
—Pero...
—¡Largo!
—Ay, perdón...
Los otros lo miraron atónitos, mientras ella se
alejaba contoneando el trasero con enfado, y Charley
preguntó:
—Oye, ¿qué te pasa?
—No me gusta este lugar —respondió Tad, apenas
mirándolo de lado.
—¿De qué hablas? ¡Está genial! —protestó JJ.
el español y no pregunten por mis documentos”, les
consiguió a los cuatro jóvenes una mesa frente a la
tarima principal y les tomó la orden; Tad fue el único
que no pidió cerveza y prefirió una gaseosa común. La
mesera se retiró, y luego de un par de minutos
comenzaron a acercarse aquellas otras chicas,
pidiendo ser invitadas a un trago, e investigando si los
nuevos clientes las requerían para aquellos otros
menesteres. Ellas sabían que no serían invitadas ni
requeridas inmediatamente, que el acuerdo tácito
entre ellas y los clientes (al menos los más
informados) era rechazar esos acercamientos
prematuros y aguardar a que el ambiente hiciera lo
suyo... o aguardar a que coincidieran esa chica
especial con ese cliente especial que no podría decirle
que no. Las primeras, entonces, fueron cortésmente
despedidas por Andrey, JJ y Charley; pero a la suya
Tad ni siquiera le permitió tomar asiento; apenas
cuando ella empezaba a mover la silla saludando con
un coqueto “hola, precioso”, él replicó sin siquiera
mirarla:
—Vete de aquí.
—Pero...
—¡Largo!
—Ay, perdón...
Los otros lo miraron atónitos, mientras ella se
alejaba contoneando el trasero con enfado, y Charley
preguntó:
—Oye, ¿qué te pasa?
—No me gusta este lugar —respondió Tad, apenas
mirándolo de lado.
—¿De qué hablas? ¡Está genial! —protestó JJ.