Page 127 - Telaranas
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Ella le acarició el rostro con las uñas; pero Andrey
solo seguía parpadeando.
Balbuceó:
—Dé... déjame preguntarle a mi amigo...
—¿A quién?
—A mi...
Buscó a Tad entre la gente y las mesas; pero ella
lo obligó a mirarla otra vez.
—¿Tu amigo o tu papá?
—Eeeeeh...
—Oye...
Se pegó a él, asegurándose de que Andrey sintiera
las formas de su cuerpo, y le habló al oído:
—¿Aún no sabes por qué te busqué, entre todos
los tipos que hay aquí?
Y lo impactó con sus oJos ovalados, fulgurantes
de nEón.
Andrey dejó de parpadear (al fin), y ella reconoció
la mirada de tonto iluso que se formó en el rostro del
chico; era la mirada que estaba esperando, esa mirada
que conocía tan bien y por la que había empezado a
trabajar desde que salió al escenario, aún sin conocer
a Andrey. Era la expresión del niño que se enamora de
la prostituta, que confunde hormonas con emociones,
que de pronto se conmueve —y se aturde— por todo lo
que hay a su alrededor —las luCes, la músiKa, las
somBras, la bruMa, el fuego lento de la chimenea, las
risas de la gente, las gemelas en la tarima, con esas
cabelleras, y esos vestidos, ¡todo!—, porque todo lo
que le rodea casi le grita que esA es la chica de su vida.
En cuestión de segundos, el chico escribiría su historia
romántica junto a ellA: “La conocí en el night club, fue
amor a primera vista, ella sintió que yo era diferente
a los demás, que yo no la deseaba por el sexo, sino por
solo seguía parpadeando.
Balbuceó:
—Dé... déjame preguntarle a mi amigo...
—¿A quién?
—A mi...
Buscó a Tad entre la gente y las mesas; pero ella
lo obligó a mirarla otra vez.
—¿Tu amigo o tu papá?
—Eeeeeh...
—Oye...
Se pegó a él, asegurándose de que Andrey sintiera
las formas de su cuerpo, y le habló al oído:
—¿Aún no sabes por qué te busqué, entre todos
los tipos que hay aquí?
Y lo impactó con sus oJos ovalados, fulgurantes
de nEón.
Andrey dejó de parpadear (al fin), y ella reconoció
la mirada de tonto iluso que se formó en el rostro del
chico; era la mirada que estaba esperando, esa mirada
que conocía tan bien y por la que había empezado a
trabajar desde que salió al escenario, aún sin conocer
a Andrey. Era la expresión del niño que se enamora de
la prostituta, que confunde hormonas con emociones,
que de pronto se conmueve —y se aturde— por todo lo
que hay a su alrededor —las luCes, la músiKa, las
somBras, la bruMa, el fuego lento de la chimenea, las
risas de la gente, las gemelas en la tarima, con esas
cabelleras, y esos vestidos, ¡todo!—, porque todo lo
que le rodea casi le grita que esA es la chica de su vida.
En cuestión de segundos, el chico escribiría su historia
romántica junto a ellA: “La conocí en el night club, fue
amor a primera vista, ella sintió que yo era diferente
a los demás, que yo no la deseaba por el sexo, sino por