Page 128 - Telaranas
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algo más profundo, y yo también sentí que ella era
diferente, que ella no quería estar ahí, que las
circunstancias la habían obligado, que acarreaba un
millón de decepciones porque los demás la veían solo
como un objeto, etc., etc., etc.; hicimos el amor y la
saqué de allí, de ese mundo, la salvé...” y estupideces
de ese tipo. Era la tragedia de confundir el
romanticismo, el “síndrome del héroe silencioso del
bar”. El chico no tenía el valor de confrontarse y
decirse: “oye, Andy, ves a una chica que baila en un
club, con senos terráqueos y trasero hemisférico y
labios de agujero negro y ojos de estrella porno, y de
la que no sabes absolutamente nada más allá de que
te produjo una erección, ¿y dices que no la quieres
para el sexo y que tú, a diferencia del resto de
hombres heterosexuales del mundo, sí la amas y que
la amarás por siempre y final de Disney? ¡Rayos!”
En el momento justo, como si todo lo que sucedía
se tratara de una ópera, Andrey volvió a escuchar la
incitadora voz de los altoparlantes, pero ya no estuvo
seguro de si realmente se produjo en los altoparlantes
o en su cabeza:
Siempre hay una mujer irresistible para cada
hombre... ¿Será acaso esa chica que tienes frente a ti
en este momento?
Y la chica que tenía frente a él, convenientemente,
era GoLdi, que rodeó su cuello con los brazos y lo besó
largamente en los labios, ávida y generosa al mismo
tiempo, tierna por enamorada, agresiva por
desesperada, provocándolo con su lengua y su saliva,
y acariciándole el cabello con la punta de los dedos.
Ese beso largo y maestoso fue el clímax de la actuación
de Goldi, la resolución de una estructura que venía
formándose desde hacía rato y que Andrey solo pudo
diferente, que ella no quería estar ahí, que las
circunstancias la habían obligado, que acarreaba un
millón de decepciones porque los demás la veían solo
como un objeto, etc., etc., etc.; hicimos el amor y la
saqué de allí, de ese mundo, la salvé...” y estupideces
de ese tipo. Era la tragedia de confundir el
romanticismo, el “síndrome del héroe silencioso del
bar”. El chico no tenía el valor de confrontarse y
decirse: “oye, Andy, ves a una chica que baila en un
club, con senos terráqueos y trasero hemisférico y
labios de agujero negro y ojos de estrella porno, y de
la que no sabes absolutamente nada más allá de que
te produjo una erección, ¿y dices que no la quieres
para el sexo y que tú, a diferencia del resto de
hombres heterosexuales del mundo, sí la amas y que
la amarás por siempre y final de Disney? ¡Rayos!”
En el momento justo, como si todo lo que sucedía
se tratara de una ópera, Andrey volvió a escuchar la
incitadora voz de los altoparlantes, pero ya no estuvo
seguro de si realmente se produjo en los altoparlantes
o en su cabeza:
Siempre hay una mujer irresistible para cada
hombre... ¿Será acaso esa chica que tienes frente a ti
en este momento?
Y la chica que tenía frente a él, convenientemente,
era GoLdi, que rodeó su cuello con los brazos y lo besó
largamente en los labios, ávida y generosa al mismo
tiempo, tierna por enamorada, agresiva por
desesperada, provocándolo con su lengua y su saliva,
y acariciándole el cabello con la punta de los dedos.
Ese beso largo y maestoso fue el clímax de la actuación
de Goldi, la resolución de una estructura que venía
formándose desde hacía rato y que Andrey solo pudo