Page 133 - Telaranas
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Betty engulló el pene por completo, cambiando de
posición para poder alinear la garganta.
Fingió deleite.
Fingió deseo.
Fingió todo.
Y el público celebró.
Una de las hermanas volvió a empuñar el
vibrador, lo mostró al respetable y bullicioso
auditorio, y luego encaró a JJ, impactándolo otra vez
con esa mirada llena de alevosía, llena de algo que
durante un segundo le quitó la sonrisa a JJ y le insufló
varios pensamientos fraccionarios, efímeros e
instantáneos, como los pinchazos de una aguja; pero
que estuvieron ahí, no obstante que el cautivo gordito
recobrara la sonrisa al término de ese segundo de
incertidumbre, después del cual ya no importaba que
se hubiera preguntado qué parecía esa mujer con esos
ojos oscurecidos bajo el marco de sus cejas,
centelleantes en esa oscuridad, centelleantes con los
juegos de luces —como los ojos de un gato que
centellean con las luces de las patrullas y las
ambulancias, en la escena del crimen que acaba de
presenciar—; y con aquel objeto que ya no parecía tan
divertido en la mano, y con todo ese cabello suelto y
agresivo en complicidad con el vestido; ya no
importaba, pero sí se lo había preguntado; y el
escalofrío que recorrió su espalda con la visión de esa
chica cuya sensualidad resultaba más oscura de lo que
podía manejar su morbo, también estuvo ahí; aunque
inmediatamente después se replicara a sí mismo:
¿pero por qué?; era solo una chica traviesa con un
vibrador; nada que no hubiera visto antes; ¿cuál era la
diferencia?, ¿qué tenía ella?; ¿tal vez sus ojos?, ¿eran
posición para poder alinear la garganta.
Fingió deleite.
Fingió deseo.
Fingió todo.
Y el público celebró.
Una de las hermanas volvió a empuñar el
vibrador, lo mostró al respetable y bullicioso
auditorio, y luego encaró a JJ, impactándolo otra vez
con esa mirada llena de alevosía, llena de algo que
durante un segundo le quitó la sonrisa a JJ y le insufló
varios pensamientos fraccionarios, efímeros e
instantáneos, como los pinchazos de una aguja; pero
que estuvieron ahí, no obstante que el cautivo gordito
recobrara la sonrisa al término de ese segundo de
incertidumbre, después del cual ya no importaba que
se hubiera preguntado qué parecía esa mujer con esos
ojos oscurecidos bajo el marco de sus cejas,
centelleantes en esa oscuridad, centelleantes con los
juegos de luces —como los ojos de un gato que
centellean con las luces de las patrullas y las
ambulancias, en la escena del crimen que acaba de
presenciar—; y con aquel objeto que ya no parecía tan
divertido en la mano, y con todo ese cabello suelto y
agresivo en complicidad con el vestido; ya no
importaba, pero sí se lo había preguntado; y el
escalofrío que recorrió su espalda con la visión de esa
chica cuya sensualidad resultaba más oscura de lo que
podía manejar su morbo, también estuvo ahí; aunque
inmediatamente después se replicara a sí mismo:
¿pero por qué?; era solo una chica traviesa con un
vibrador; nada que no hubiera visto antes; ¿cuál era la
diferencia?, ¿qué tenía ella?; ¿tal vez sus ojos?, ¿eran