Page 138 - Telaranas
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estaba relatando, con aquellos ojos más abiertos y más
grandes aún, oscuramente intrigados.
—Tad la sacó a la fuerza del apartamento —
continuó Andrey—; ella era más grande que él, ¡era tan
grande como nosotros dos juntos!; pero la sujetó con
los brazos y la levantó como si fuera un maniquí, como
si no pesara nada. Ella estuvo largo rato gritando y
llorando en la calle, desnuda, tirada en el cemento,
llamando a Tad, suplicándole; hasta que una patrulla
se la llevó.
Meneó la cabeza.
—Nunca entendí lo que le había pasado...
Tampoco supe por qué Tad se negaba... Nunca me lo
ha querido decir...
Suspiró y concluyó, mirando a Goldi a los ojos por
primera desde hacía rato:
—Te aseguro que en este momento debe de estar
sentado en el salón, completamente solo y callado, y te
aseguro que ha rechazado a varias de tus amigas. Ni
siquiera en este sitio habrá una chica que lo mueva...
Efectivamente, Tad había rechazado de mala
gana a casi diez insistentes compañeras de Goldi, y ya
era uno de los pocos clientes del club sin compañía, si
no el único. Pero su momento llegó también, cuando
tres mujeres ingresaron al salón y lo atravesaron
sigilosamente, alejadas de las mesas y las tarimas.
Vestían severos atuendos negros similares a los de las
camareras, con capa y corsé, pero mucho menos
llamativos, con las piernas y los hombros tapados, sin
el gracioso sombrero de copa y sin reverso rojo en las
capas. Estuvieron a punto de pasar casi
desapercibidas aún para el mismo Tad —en definitiva,
grandes aún, oscuramente intrigados.
—Tad la sacó a la fuerza del apartamento —
continuó Andrey—; ella era más grande que él, ¡era tan
grande como nosotros dos juntos!; pero la sujetó con
los brazos y la levantó como si fuera un maniquí, como
si no pesara nada. Ella estuvo largo rato gritando y
llorando en la calle, desnuda, tirada en el cemento,
llamando a Tad, suplicándole; hasta que una patrulla
se la llevó.
Meneó la cabeza.
—Nunca entendí lo que le había pasado...
Tampoco supe por qué Tad se negaba... Nunca me lo
ha querido decir...
Suspiró y concluyó, mirando a Goldi a los ojos por
primera desde hacía rato:
—Te aseguro que en este momento debe de estar
sentado en el salón, completamente solo y callado, y te
aseguro que ha rechazado a varias de tus amigas. Ni
siquiera en este sitio habrá una chica que lo mueva...
Efectivamente, Tad había rechazado de mala
gana a casi diez insistentes compañeras de Goldi, y ya
era uno de los pocos clientes del club sin compañía, si
no el único. Pero su momento llegó también, cuando
tres mujeres ingresaron al salón y lo atravesaron
sigilosamente, alejadas de las mesas y las tarimas.
Vestían severos atuendos negros similares a los de las
camareras, con capa y corsé, pero mucho menos
llamativos, con las piernas y los hombros tapados, sin
el gracioso sombrero de copa y sin reverso rojo en las
capas. Estuvieron a punto de pasar casi
desapercibidas aún para el mismo Tad —en definitiva,