Page 134 - Telaranas
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sus ojos?, ¿esos ojos que solo podía ver como centellas
en la oscuridad?; ¿esa mirada...?

La otra chica se acercó a su hermana, con las
mismas centellas en los ojos, y avanzaron juntas hacia

él, las Gemelas del Atacama: ¡Kiiiiim...! ¡Y Sofíaaaaa!




Envueltos en blanco y rojo, y abriéndole la camisa
botón a botón a Andrey, Goldi pidió:

—Háblame de tu amigo; o tu papá, como sea...
Musitó una risilla.

—De acuerdo —respondió él—; es mi mejor

amigo; no es mi papá...
—Jijiji...

Ella le descubrió los hombros y besó uno de ellos.
La música del salón llegaba apenas en retumbos

lejanos, como un apagado golpe de bajo.
—¿Qué más? —preguntó Goldi, entre un beso y

otro.
—Nos conocemos desde la escuela...

Ella le mordió la oreja y volvió a preguntar:
—¿Te cuida? ¿Te da consejos?

—Sí... a veces.

Le recorrió el cuello con su lengua.
—Sigue hablando, no pares; me gusta tu voz...

—Nos... nos conocimos en la escuela; él... él me
defendió de unos chicos de un grado superior que

querían... querían robarme mis cosas. Apareció de
pronto... Aún no lo puedo creer, lo recuerdo y no lo

puedo creer...

—¿Ajá...?
—Apareció de pronto entre los árboles de la

empalizada (estábamos en el patio trasero de la
escuela), saltó sobre los chicos y los tumbó a golpes a
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