Page 139 - Telaranas
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el menos impresionable, el menos ebrio, el menos
alegre y el más alerta de los clientes—; pero algo en el
rostro de una de ellas, la que caminaba un poco
adelante de las otras dos, llamó su atención.
Algo en su perfil.
Algo conocido.
Fue apenas una fracción de segundo, cuando una
de las luces giratorias iluminó el rostro de la mujer
como el destello de un flash; pero fue suficiente para
inquietar a Tad y hacerlo dejar su asiento...
finalmente.
Mientras Kim y Sofía jugaban con JJ, pasándole
el vibrador por la nariz y los labios, las tres siluetas
desaparecieron en uno de los rincones más alejados
del salón. Tad las siguió, sin preocuparse de que
alguien lo observara, y detrás de un ángulo del muro
se topó con un breve pasillo y unos escalones. Recorrió
el pasillo y miró hacia arriba apenas a tiempo para ver
las enormes sombras de las tres mujeres proyectadas
en la pared, sobre las escaleras, dentro de un
rectángulo de luz que se estrechó hasta desaparecer.
El barullo del salón llegaba apocado, y Tad creyó
percibir el taconeo en lo alto de la escalera y el golpe
de una puerta al cerrarse. Subió hasta el siguiente
piso; efectivamente había una puerta, y escuchó las
voces de las mujeres al otro lado.
Ya que oficialmente no le importaba topar de
narices con alguno de los gorilas de seguridad, ni tener
que entenderse con él, procedió a abrir la puerta.
Era una especie de cabina u oficina con un gran
ventanal a prueba de ruido, a través del cuál se podía
observar de forma panorámica el gran salón, cuyas
luces hacían reverberar caleidoscópicamente las
paredes. Un escritorio y algunas sillas eran los únicos
alegre y el más alerta de los clientes—; pero algo en el
rostro de una de ellas, la que caminaba un poco
adelante de las otras dos, llamó su atención.
Algo en su perfil.
Algo conocido.
Fue apenas una fracción de segundo, cuando una
de las luces giratorias iluminó el rostro de la mujer
como el destello de un flash; pero fue suficiente para
inquietar a Tad y hacerlo dejar su asiento...
finalmente.
Mientras Kim y Sofía jugaban con JJ, pasándole
el vibrador por la nariz y los labios, las tres siluetas
desaparecieron en uno de los rincones más alejados
del salón. Tad las siguió, sin preocuparse de que
alguien lo observara, y detrás de un ángulo del muro
se topó con un breve pasillo y unos escalones. Recorrió
el pasillo y miró hacia arriba apenas a tiempo para ver
las enormes sombras de las tres mujeres proyectadas
en la pared, sobre las escaleras, dentro de un
rectángulo de luz que se estrechó hasta desaparecer.
El barullo del salón llegaba apocado, y Tad creyó
percibir el taconeo en lo alto de la escalera y el golpe
de una puerta al cerrarse. Subió hasta el siguiente
piso; efectivamente había una puerta, y escuchó las
voces de las mujeres al otro lado.
Ya que oficialmente no le importaba topar de
narices con alguno de los gorilas de seguridad, ni tener
que entenderse con él, procedió a abrir la puerta.
Era una especie de cabina u oficina con un gran
ventanal a prueba de ruido, a través del cuál se podía
observar de forma panorámica el gran salón, cuyas
luces hacían reverberar caleidoscópicamente las
paredes. Un escritorio y algunas sillas eran los únicos