Page 21 - Aquelarre
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atravesado en la garganta cada vez que le hablaban del tema; pero
lo único que dijo fue “dejémosla descansar”.
Pasaron los días y la investigación no avanzaba, hasta que en
una reunión de la familia Azofeifa, Tuica sacó el tema y Ana Lidia
contó la historia del “viejo del muro”, una leyenda que decía que
durante las tardes de lluvia, en pleno aguacero, se veía a un “viejillo
con ojos verdes de odio” sentado sobre el muro a la par de su casa,
que le decía a todo aquel que lo veía “por ahí, por ahí” señalando el
lote baldío detrás de su casa.
Todos la miraron como congelados y a muchos se les despertaron
los pelitos del brazo; pero a otros se les despertaron las neuronas y
empezaron a sacar conclusiones.
Había una viejita que no podía descansar hasta que alguien no
encontrara su botija, un secuestro de duende y un fantasma que
señalaba exactamente el lugar donde...
...donde Valeria fue devuelta por el duende.
El desentierro de la botija
Rulo ya sabía que los humanos eran tontos, pero aquello era
para morirse de la risa, estaba a punto de ir a sacar a la “viejita de
la carguita de leña” del palo de guaba para que ella también
disfrutara de esa tontería, pero era tan huraña que mejor la dejó
quedita.
Juan, Liz y Flor, tres inquietos jovencitos, habían escuchado
los rumores de que por fin se sabía el lugar donde se encontraba la
famosa botija de la viejita. Con pala en mano y el corazón casi
saliéndose de su lugar, decidieron olvidar sus temores y emprender
la “búsqueda del tesoro”.
Después de hacer las respectivas medidas y recordar el lugar
exacto donde apareció Valeria, empezaron a cavar hasta que la
curiosidad resbaló por sus rostros en forma de sudor.
También empezaron a caerles misteriosos jocotes, semillas y
hojas secas. Nada extraño si se está en medio de un vendaval, pero
lo curioso es que no había ni una ráfaga de viento, ni árboles de
jocote cerca. Era Rulo quien reía y soltaba ventiscas sobre estas
lo único que dijo fue “dejémosla descansar”.
Pasaron los días y la investigación no avanzaba, hasta que en
una reunión de la familia Azofeifa, Tuica sacó el tema y Ana Lidia
contó la historia del “viejo del muro”, una leyenda que decía que
durante las tardes de lluvia, en pleno aguacero, se veía a un “viejillo
con ojos verdes de odio” sentado sobre el muro a la par de su casa,
que le decía a todo aquel que lo veía “por ahí, por ahí” señalando el
lote baldío detrás de su casa.
Todos la miraron como congelados y a muchos se les despertaron
los pelitos del brazo; pero a otros se les despertaron las neuronas y
empezaron a sacar conclusiones.
Había una viejita que no podía descansar hasta que alguien no
encontrara su botija, un secuestro de duende y un fantasma que
señalaba exactamente el lugar donde...
...donde Valeria fue devuelta por el duende.
El desentierro de la botija
Rulo ya sabía que los humanos eran tontos, pero aquello era
para morirse de la risa, estaba a punto de ir a sacar a la “viejita de
la carguita de leña” del palo de guaba para que ella también
disfrutara de esa tontería, pero era tan huraña que mejor la dejó
quedita.
Juan, Liz y Flor, tres inquietos jovencitos, habían escuchado
los rumores de que por fin se sabía el lugar donde se encontraba la
famosa botija de la viejita. Con pala en mano y el corazón casi
saliéndose de su lugar, decidieron olvidar sus temores y emprender
la “búsqueda del tesoro”.
Después de hacer las respectivas medidas y recordar el lugar
exacto donde apareció Valeria, empezaron a cavar hasta que la
curiosidad resbaló por sus rostros en forma de sudor.
También empezaron a caerles misteriosos jocotes, semillas y
hojas secas. Nada extraño si se está en medio de un vendaval, pero
lo curioso es que no había ni una ráfaga de viento, ni árboles de
jocote cerca. Era Rulo quien reía y soltaba ventiscas sobre estas