Page 48 - Aquelarre
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se encontraba la región oscura de la galaxia; pero estaba tan

ocupado con la construcción de su planeta que ya no las reprimía.

Había logrado limpiar un área considerablemente grande que
le aseguraba espacio suficiente para un mundo de tamaño regular.

Había decidido utilizar los escombros para conformarlo, pues era
mucho más práctico que crear un planeta a partir de cero. También

decidió restaurar la civilización de los Gobis: una raza joven,
avanzada intelectualmente, que nunca pudo desarrollar su

potencial, a causa de la constante opresión de mundos colindantes.

Zeim los consideraba criaturas sumamente interesantes, por lo que
deseaba brindarles un mundo adecuado y seguro en el que

pudieran evolucionar.
De este modo comenzó por crear la estructura básica del

futuro hogar de los Gobis; sin embargo, quiso que la vida en la
superficie del planeta avanzara por sí misma y, aunque de vez en

cuando él ayudaba, le gustaba que la mayoría de las cosas
evolucionaran naturalmente. Una que otra espora y algún resto

minúsculo que sobrevivió a la guerra, se combinaron para formar
la vegetación que cubrió la mayor parte del planeta; también había

dos océanos y muchos ríos, aunque el mundo era, primariamente,

tierra firme. A pesar de que dejaba que el tiempo se encargara de
organizar el ecosistema, no descuidaba que todo se mantuviera

acorde con lo establecido por los Creadores. Sin embargo, no había
querido nublar el cielo todavía, pues le gustaba el reflejo de las

estrellas sobre los mares que ya empezaban a poblarse de fauna.
Para Zeim era cada vez más difícil concentrarse en su labor,

pues tanto la vegetación como los animales cambiaban

constantemente y, con cada cambio, se sentía más ligado a ellos.
Aprovechaba cualquier ocasión para mirar los largos procesos

evolutivos, y poco a poco entendió lo que le habían querido decir
los Creadores cuando le hablaban de los cuerpos materiales; ahora

le parecía que la única manera de comprender a aquellos seres era
siendo uno de ellos. Por eso, finalmente, tomó un cuerpo físico,

uno con el cual pudo mezclarse con sus creaciones y redescubrir
las sensaciones corpóreas, de modo que fue memorizando cada

uno de los olores de sus flores y los sabores de las frutas, a la vez
que jugueteaba con los animales que vivían en los enormes
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