Page 37 - Telaranas
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hacer algo, quizás llamar la atención como lo hacen los
viejos que se sienten solos:

—No creo que pueda cazar ninguna... —le dijo,
sabiendo que era tonto lo que decía—. No de esa

manera.

—¿Cazarlas? ¡No! —repuso ella, mirándolo de
pronto con algo de reconocimiento, como si hubiera

estado esperando que le hablase—. Que lleguen a mis
manos ellas solas…

—¿Sabe? —le dijo Bernardo, yendo a otro tema—,
siempre busco un parque para descansar. Hay algo de

esta ciudad incómoda que me impide ser todavía un

verdadero bogotano.
—¿No es de este país? —le preguntó ella.

—Sí, soy de este país —respondió el hombre—.
Ahora sí.

—¿Ahora sí?
—Bueno... Soy judío. Nací en Alemania hace

setenta y cinco años. ¿Qué le parece?
La mujer hizo el gesto de realizar un cálculo

mental. Aguzó los ojos, asintió.
—Entonces era un joven cuando lo de Hitler,

¿verdad?

—Un joven, sí. Un joven editor. También era
músico.

—Entiendo —dijo ella—. Nunca creí que aquí me
encontraría con un personaje como usted.

—¿Qué clase de personaje? —inquirió, él
poniéndose aprensivo. Entendió de inmediato que

había hablado demasiado.

—Un personaje que vivió una guerra cruel. Usted
actuó en esa guerra; es un personaje.
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