Page 39 - Telaranas
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a mí no me gusta mucho la rumba, así que tengo que
darme cuenta de todo y aburrirme un día y otro no
tanto, y ponerme a pensar que hay mucho muerto
innecesario, y cosas de esas.
—¿Y qué espera aquí tan sola?
—Espero a alguien que está rezando en la iglesia.
—¿Y usted no reza? —le preguntó Bernardo. Sabía
que los agentes judíos utilizaban cualquier método y
que no sería la primera vez que supiera del
movimiento del enemigo.
—No rezo, señor.
—¿Y en qué trabaja?
—En Demográfica Nacional. Soy estadística, hago
cálculos; usted sabe, llevo el promedio de las muertes
y los nacimientos. No es nada extraordinario. La
verdad es que es muy aburrido, no se tiene más que un
control del asunto por cantidad y no se aprende nada,
excepto que siempre será lo mismo.
—Así es. Debió haber escogido otra carrera.
—Ya es tarde.
—Pero si usted es muy joven.
—Necesito estar joven, más bien. No puedo ser
una enclenque, me mantengo saludable. ¿Y otra
carrera ahora que sé tanto de la mía, que la conozco
tan bien? Tal vez me llamen al mismo puesto o me
lleven arrastrada porque no consiguen a nadie para lo
que yo hago.
—Ja, uno cree eso, pero siempre hay reemplazos.
—¿Quién sabe? Mi nombre es Manuela, mucho
gusto.
—Yo me llamo Bernardo —dijo él, parpadeando
con suspicacia.
—Qué raro que ese nombre no suena como suyo.
—¿Le parece?
darme cuenta de todo y aburrirme un día y otro no
tanto, y ponerme a pensar que hay mucho muerto
innecesario, y cosas de esas.
—¿Y qué espera aquí tan sola?
—Espero a alguien que está rezando en la iglesia.
—¿Y usted no reza? —le preguntó Bernardo. Sabía
que los agentes judíos utilizaban cualquier método y
que no sería la primera vez que supiera del
movimiento del enemigo.
—No rezo, señor.
—¿Y en qué trabaja?
—En Demográfica Nacional. Soy estadística, hago
cálculos; usted sabe, llevo el promedio de las muertes
y los nacimientos. No es nada extraordinario. La
verdad es que es muy aburrido, no se tiene más que un
control del asunto por cantidad y no se aprende nada,
excepto que siempre será lo mismo.
—Así es. Debió haber escogido otra carrera.
—Ya es tarde.
—Pero si usted es muy joven.
—Necesito estar joven, más bien. No puedo ser
una enclenque, me mantengo saludable. ¿Y otra
carrera ahora que sé tanto de la mía, que la conozco
tan bien? Tal vez me llamen al mismo puesto o me
lleven arrastrada porque no consiguen a nadie para lo
que yo hago.
—Ja, uno cree eso, pero siempre hay reemplazos.
—¿Quién sabe? Mi nombre es Manuela, mucho
gusto.
—Yo me llamo Bernardo —dijo él, parpadeando
con suspicacia.
—Qué raro que ese nombre no suena como suyo.
—¿Le parece?