Page 55 - Puntas de Iceberg
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...rece que ha comenzado a desplomarse, no pudo dar la
vuelta al aeropuerto...
Sus dedos temblaban demasiado y no podía marcar. El teléfono
comenzó a sonar en la distancia, pero no contestaban...
—Por favor, que esté, ¡que esté!...
—Motel Hamilton, buenas tardes, ¿En qué podemos ayudarle?
— ¿Sí? bueno, ¿Se encuentra la señora Soto del 401?
—Sí señor, un momento...
Los segundos pasaban interminables.
—...reciera que el piloto ha logrado estabilizar y encauzar un
poco el rumbo del avión, pero sigue cayendo, perdiendo altura,
creemos que la tormenta solar lo está afectando, esperemos que
llegue al aerop...
—Sí, habla la señora Soto...
— ¡Mi amor! Qué alegría, creí que estabas en el avión...
— ¡Oh, cariño! Que dicha que llamas, creí que estarías preocupado,
el teléfono parecía desconectado. Pero gracias a Dios te hice caso, no
nos fuimos y fíjate, ¡Se está cayendo el aparato en el que nos íbamos
nosotras!...
—Linda, te amo, gracias a Dios que...
Se cortó. Pero él estaba feliz. Su rostro no se inmutó ante las
terribles noticias
—Pareciera que lo va a lograr, va a llegar al aeropuerto...
Todo era una falsa alarma. Miró al teléfono que sonó de nuevo.
—Debe ser ese idiota, para reírse de mí, pero ahora yo me río de él.
Y se rio. Se rio tanto que cayó sentado y miró el televisor. Se sentía
bien, vencer al destino. El destino. Una duda comenzó a asustarlo.
¿Realmente creería que esa voz del teléfono era el destino? No hay
manera de que pudiera hablar con alguien si el teléfono estaba
desconectado de la pared. ¿Lo soñó? Eso tenía sentido, sería una
vuelta al aeropuerto...
Sus dedos temblaban demasiado y no podía marcar. El teléfono
comenzó a sonar en la distancia, pero no contestaban...
—Por favor, que esté, ¡que esté!...
—Motel Hamilton, buenas tardes, ¿En qué podemos ayudarle?
— ¿Sí? bueno, ¿Se encuentra la señora Soto del 401?
—Sí señor, un momento...
Los segundos pasaban interminables.
—...reciera que el piloto ha logrado estabilizar y encauzar un
poco el rumbo del avión, pero sigue cayendo, perdiendo altura,
creemos que la tormenta solar lo está afectando, esperemos que
llegue al aerop...
—Sí, habla la señora Soto...
— ¡Mi amor! Qué alegría, creí que estabas en el avión...
— ¡Oh, cariño! Que dicha que llamas, creí que estarías preocupado,
el teléfono parecía desconectado. Pero gracias a Dios te hice caso, no
nos fuimos y fíjate, ¡Se está cayendo el aparato en el que nos íbamos
nosotras!...
—Linda, te amo, gracias a Dios que...
Se cortó. Pero él estaba feliz. Su rostro no se inmutó ante las
terribles noticias
—Pareciera que lo va a lograr, va a llegar al aeropuerto...
Todo era una falsa alarma. Miró al teléfono que sonó de nuevo.
—Debe ser ese idiota, para reírse de mí, pero ahora yo me río de él.
Y se rio. Se rio tanto que cayó sentado y miró el televisor. Se sentía
bien, vencer al destino. El destino. Una duda comenzó a asustarlo.
¿Realmente creería que esa voz del teléfono era el destino? No hay
manera de que pudiera hablar con alguien si el teléfono estaba
desconectado de la pared. ¿Lo soñó? Eso tenía sentido, sería una